miércoles, 15 de noviembre de 2017

Los tres modelos de antaño en la balanza: Toscano, Cavour y Brissago

Por aquellos días de creciente consumo tabacalero con raíz itálica que analizamos estadísticamente en las últimas entradas (es decir, décadas finales del siglo XIX), el puro toscano formaba parte de un elenco cuyos demás componentes no se quedaban atrás en fama y éxito de ventas. Como bien saben los lectores de este blog, hubo dos casos particularmente remarcables por su elevado y bien documentado dispendio entre el público fumador que habitaba la Argentina de entonces. Nos estamos refiriendo, por supuesto, al Cavour y al Brissago, de los cuales hemos hablado en numerosas oportunidades, dedicándoles incluso entradas exclusivas para conocerlos y degustarlos, tanto aquí como en Consumos del Ayer (1). Hoy nos decidimos a hacer algo diferente dentro de la misma línea: probar los tres juntos en base a algunos de sus representantes actuales más característicos.


Para la ocasión seleccionamos marcas y/o módulos no catados anteriormente, a saber: el genuino Antico Toscano, el caliqueño valenciano El Corsari (recordemos que es lo más parecido al viejo Cavour italiano, el único de la terna que no se fabrica más) y el “Virginia” (sinónimo de Brissago) de la reconocida casa suiza Villiger, todos ellos adquiridos por el que suscribe en diferentes viajes realizados hace tiempo. Además de cotejar cigarros europeos bien alejados del estilo habanero más estereotipado (lo cual sería un excelente fin en sí mismo), el propósito de la ceremonia consistió en indagar algo más sobre el motivo que volvió triunfador al toscano frente a sus competidores decimonónicos. En efecto, para 1910, nuestro leitmotiv  se había transformado en el puro peninsular por antonomasia frente a la debacle de todos sus semejantes. Amén de algunos aspectos prácticos que hemos mencionado en entradas subidas con anterioridad (tamaño, potencia, precio), quizás esta fumada conjunta nos ayudaría a entender un poco más el fenómeno (2). Para reforzar la hipótesis de que los tres se equiparaban en fama algunas décadas antes, veamos el siguiente anuncio aparecido hace ciento treinta años en un periódico nacional (3).

                                        Diario "El Municipio", Rosario, 24/12/1887

Bien, yendo a la cata en sí misma, éstas son las conclusiones obtenidas en cada caso:

Antico Toscano: módulo que constituye el escaño mayor de la línea básica tradicional toscanera, compuesta además por Classico Extra Vecchio. Sin dudas es el más potente de todos, lo cual se percibe claramente en sus tonos ahumados y su sabor carnoso que retrotrae la memoria sensorial a recuerdos invernales (fogata). Tiene cierta complejidad detectable luego de algunos minutos de encendido, en sintonía con un humo denso y contundente. Un cigarro pleno, que hace honor a la inveterada capacidad que tienen los toscanos para colmar el paladar con sabores rotundos y duraderos. Para fumarlo de principio a fin sin interrupciones en el modo amezzato son necesarios alrededor de 30 a 45 minutos.

Caliqueño El Corsari (Cavour): como ya explicamos oportunamente, es lo más cercano al Cavour que existe hoy en términos de formato, tipo de tabaco y modalidad de elaboración. Aquí  notamos un muy buen cigarro, bien armado, de tiro fácil. No es tan potente como el toscano pero comparte cierta semejanza de base mineral y terrosa, coetánea a un dejo de nueces y madera. En otras palabras, es bastante sabroso aunque carece de los enérgicos acentos ahumados toscaneros. Ello se condice con todo lo que sabemos sobre el auténtico Cavour italiano de antaño, que se manufacturaba con métodos parecidos a los del toscano, pero no iguales. Su tiempo de consumo ronda los 30 minutos.

Villiger Virginia: seguramente el más curioso y olvidado no obstante continuar en el mercado europeo merced a un puñado de fábricas suizas, austríacas y alemanas que aún lo producen. Su calibre realmente angosto, sumado a su acentuada longitud (17,5 cm), le brinda un perfil de cigarro elegante y estilizado, lo cual seguramente contribuyó mucho a su esplendor en la segunda mitad del siglo XIX. Por supuesto, esas mismas razones hacen que su caudal de humo sea discreto sin detrimento de un tiro correctísimo. Aromáticamente, en este caso particular, cuenta con un intenso borde ahumado (no fue así en la otra marca que catamos anteriormente), si bien su sabor no llega a expresarse particularmente potente. Se consume en 1 hora.



Buscábamos una explicación extra sobre triunfo final del toscano hacia 1900, y podemos decir que la encontramos. El Cavour y el Brissago son productos realmente ricos y atractivos que gustosamente puede abordar cualquier amante de los tabacos italianos. Sin embargo, el toscano los supera a ambos en personalidad. Y no se trata de ser más fuerte (lo cual, llegado el caso, se puede obtener de muchas maneras) sino de acreditar un carácter único e  inconfundible, producto de la tradición que ya cuenta con casi 200 años de existencia desde su aparición en la bella ciudad de Florencia. Pero más allá de las singularidades y virtudes sopesadas, lo mejor es tomar conciencia de que fumamos tres puros que llegaron a ser, hace muchísimo tiempo, extremadamente comunes en nuestro país. Y de eso se trata, en definitiva: de rescatar la historia argentina a través de su artículo cigarrero más popular durante un siglo.

Notas:

(1) En la siguiente entrada hay links a todas las degustaciones de cigarros italianos que efectuamos entre 2012 y 2015, incluyendo las correspondientes a Cavour y Brissago. http://traslashuellasdeltoscano.blogspot.com.ar/2015/12/antologia-de-degustaciones-un-viaje.html
(2) Hay otras razones de orden histórico que esbozamos alguna vez. Por ejemplo, Cavour y Brissago fueron cigarros que nunca pudieron librarse de un consumo fuertemente circunscripto a regiones específicas (Piamonte y Véneto, respectivamente), mientras que el toscano terminó extendiéndose por toda Italia.
(3) Con el Brissago escrito al modo local, son una sola s.