sábado, 8 de abril de 2017

Entran tres, sale una

Como bien saben nuestros seguidores más veteranos, entre los compromisos históricos irrenunciables de este blog se encuentra el de buscar antiguas factorías argentinas de cigarros italianos. Ello supone un minucioso análisis de testimonios capaces de acreditar inequívocamente su funcionamiento en algún momento del pasado, tales como añejas  publicidades, menciones en guías de la industria, solicitudes para el registro de marcas comerciales o citas en documentos públicos de corte impositivo y jurídico. Mientras tanto van apareciendo nuevos datos sobre manufacturas bien chequeadas como tales, relativas a fechas de apertura y cierre (1), cambios de domicilio e identidad de sus propietarios.  Por lo tanto, aunque presentemos nuestro listado de fábricas muy de vez en cuando, éste sufre pequeñas modificaciones y se actualiza de manera constante.


Luego de quince meses desde su última publicación, ciertos hallazgos ameritan una nueva entrada sobre el tema, incluyendo  un hecho inédito hasta ahora. Así como logramos ubicar  otros tres viejos establecimientos toscaneros (dos de ellos, de existencia irrefutable), también descubrimos indicios que nos llevan a eliminar una de las firmas  que teníamos en la nómina . Pero vayamos ordenadamente en tiempo y forma. Pudimos ubicar al primero de estos emprendedores tabacaleros merced a una fuente que parece inagotable: aquel juicio por falsificación que el importador exclusivo de tabacos italianos W Paats, Roche y Cía promovió a fines del siglo XIX contra diversas fábricas nacionales encabezadas por La Suiza, de la ciudad de Rosario. Gracias a dicha causa judicial habíamos descubierto  el establecimiento de  Francisco Quaranta, y ahora (luego de una lectura más profunda de sus muchas páginas) hicimos lo propio con el taller de Félix Marcovecchio, llamado “La Nacional” (2). El fragmento del texto expuesto a continuación hace innecesarias mayores explicaciones respecto a la completa seguridad de que tanto Quaranta como Marcovecchio confeccionaban toscanos y demás puros peninsulares.


Un punto curioso es que ambos tenían domicilio declarado en la sección 15ª, conformada entonces por parte de los actuales barrios de Retiro y Recoleta. Si según los denunciantes -además de Rosario- había tantos imitadores y falsificadores del genuino cigarro itálico haciendo de las suyas en la Ciudad de Buenos Aires, ¿por qué eligieron justamente a esos dos? Vale añadir que Marcovecchio estaba incluido en la lista de cigarreros italianos del censo 1895 que subimos y analizamos en septiembre de 2015, por lo que su confirmación viene a respaldar  nuestra  teoría de que todos los nombres involucrados eran fabricantes de toscanos, aunque sus respectivas fichas censales no lo dijeran explícitamente (3). Verificamos asimismo que permaneció en el rubro por al menos una década y media más, ya que el 14 de abril de 1910 tramitó la solicitud para el registro de su marca Veri (en español, Real -de realidad-).


El segundo caso es tan simple como categórico. Se trata de Juan Bertolotti, su fábrica La Imperial y sus toscanos Per Tutti (en español, Para Todos), elaborados en la calle Maipú  1195 de la ciudad de Rosario. Primeramente habíamos encontrado una solicitud de registro tipográfico (únicamente texto) en 1907, y así estuvimos por bastante tiempo, rumiando el hecho de que ese nombre por sí solo sonaba a toscanos. Pero eso, por supuesto, no era suficiente. Tiempo después y sondeos históricos mediante se cumplió nuestra corazonada: otra solicitud de marca presentada en 1910 exhibe la imagen completa del paquete. De modo bienaventurado, Bertolotti no escatimó caracteres ni espacio a lo hora de colocar todos los datos necesarios para formar parte de nuestra lista: la indubitable  palabra “toscanos”, cinco imágenes de sus siluetas (por si fuera poco),  el domicilio de la firma y su propia identidad como dueño, amén de la singular leyenda “elaborados con puro tabaco Virginia”. La fecha de publicación en el Boletín Oficial nos brinda además una valiosa orientación sobre su época de funcionamiento, al menos en los comienzos de la empresa (4).


El tercer hallazgo resulta mucho menos rotundo: una única y aislada solicitud para registrar cierta etiqueta de toscanos con precisión sobre sus colores (dos bandas violetas bordeando una blanca), pero sin ninguna referencia nominal. El trámite fue efectuado en agosto de 1910 a nombre de Castagnola y Cía, razón social de la que, por ahora, no encontramos referencia alguna, tanto anterior como posterior. Por tal motivo lo incluimos como una establecimiento semi-chequeado hasta tanto logremos ubicar  domicilio, marcas y otros datos básicos de constatación. En nuestro listado, las empresas con dichas características son las que aparecen en color rojo y letra cursiva.

                                                     Hacer clic para ampliar

Y uno de estos semi-chequedos era Lampe y Gaertner, del cual hallamos un par de solicitudes marcarias para sus toscanos Abruzzi y Aída allá por 2014 (entrada del 16 de junio de ese año). Sin otras referencias confirmatorias, la misteriosa firma permaneció en esa condición latente durante mucho tiempo. Pero había en ella algo que no me cerraba. Decidido a aclarar el asunto empecé a buscar otras menciones en textos y publicaciones de época, y poco a poco fui incrementando la sensación de que los señores Enrique Lampe y Rodolfo Gaertner no eran manufactureros sino importadores. Sería muy engorroso señalar aquí cada uno de los pasos que me llevaron a semejante conclusión, pero basta mencionar el último y definitivo: una solicitud efectuada por los susodichos en 1915 para el registro de la marca Reliance, referida no a tabacos sino a… sardinas. ¿Qué clase de fabricante de cigarros solicita una marca para nominar sardinas? Solamente aquel que no es fabricante sino importador, de tabacos, bebidas y alimentos. Con esa certeza decidí retirar a Lampe y Gaertner de la lista. Eso no les quita méritos como protagonistas de la historia toscanera nacional, pero ya  no desde el costado de la elaboración, sino del de la importación. No está de más decir que resulta  tanto o más difícil encontrar precisiones sobre importadores que sobre fabricantes, teniendo en cuenta que a comienzos del siglo XX, además de los genuinos ejemplares italianos , se introducían toscanos suizos y de otros orígenes exóticos (ya hablaré de eso algún día). Además, el negocio importador suele ser mucho más efímero e irregular que el de la manufactura.


Con tres ingresos y una salida, nuestro repertorio acusa al día de hoy 44 ítems, de los cuales 38 están chequeados al 100% y los otros seis están en proceso “de prueba”. Seguramente habrá novedades en el futuro, mientras vamos construyendo lentamente la historia del cigarro más popular en la Argentina de los últimos ciento cincuenta años.

Notas:

(1) Un reciente hallazgo relativo a ese dato abre cierto interrogante que analizaremos próximamente: ¿cuál fue la primera fábrica argentina de cigarros italianos? Hasta ahora asumíamos que era La Argentina, de Juan Otero, fundada en 1878, pero resulta que su competidora cronológica más cercana, La Virginia, no comenzó sus labores en 1883 de la mano de Donato Didiego (como pensábamos hasta ahora), sino también en 1878, y a cargo de Enrique Didiego, padre de Donato. Sobre esta pequeña intriga histórica (que nos atrae sobremanera)  haremos una entrada dentro de poco.
(2) En el censo fabril de 1895 Marcovecchio declara tener un solo empleado bajo su órbita. Por eso hablo de “taller” y no de fábrica, aunque para el caso y en un sentido general significan lo mismo.
(3) Hay varios personajes de aquel registro que estoy investigando con cierto detalle en función de indicios que podrían corroborar su actividad toscanera, si bien por ahora no puedo confirmarlos fehacientemente. Ellos son Botti y Ramírez, Caligaris y Terzano, Carlos Ricotti, Bernardo Corso, Severo Bonani, Cayetano Sturla y Tito Zabini.
(4) A falta de vestigios posteriores, prudentemente le asigné una vida extendida hasta 1930, aunque es muy probable que el producto haya logrado subsistir por varios decenios más. Hace tiempo encontré cierto sitio de internet que rememoraba viejas marcas de artículos populares en Rosario por la década de 1960, incluyendo los “Toscanitos Per Tutti”. No había allí imágenes de ningún tipo para avalarlo (una foto del paquete, una publicidad gráfica o un añejo cartel callejero hubieran sido suficientes), y por eso se trata sólo de probabilidades, pero bien fundamentadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario