martes, 12 de julio de 2016

La Honradez, de Torrieri y Galina

Eduardo Torrieri nació  el 23 de febrero de 1878 en la ciudad italiana de Lanciano, sobre la costas del Mar Adriático. Sus progenitores formaban  parte de lo que se podría llamar “clase acomodada”, con intereses en la industria textil y la propiedad de tierras. No obstante dicha ventaja económica hereditaria, su temperamento de juventud  lo llevó a distanciarse de la familia y emprender un viaje a América en compañía de su hermano. Luego de permanecer algún tiempo en Buenos Aires (1) viajó a la ciudad entrerriana de Colón, donde logró acometer simultáneamente dos negocios: la imprenta (con una máquina comprada de segunda mano en 1895) y la fabricación de cigarros y cigarrillos.


Desde los comienzos, el emprendimiento llevó el mismo nombre que lo perpetuaría en la memoria histórica de la ciudad: La Honradez. Involucrado en  esa razón social fue aprendiendo el oficio de fabricar y comercializar sus productos bajo las marcas Entre Ríos y Coronel Lamas. Al poco tiempo se separó del socio primitivo para comenzar una nueva aventura tabacalera, esta vez aliado con Carlos Galina. Conservando el rótulo empresarial ya consolidado se afincaron sobre la calle Suipacha 324 (actual Sourigues) mediante la compra del terreno y la construcción de un importante edificio que todavía subsiste, tal cual podemos apreciar en la foto de abajo. Aunque venido a menos por el paso del tiempo y el abandono, el inmueble conserva cierta ínfula altanera que se percibe observando las orgullosas inscripciones La Honradez, sobre la amplia puerta de entrada, y Torrieri y Galina, en un frontón superior de material (ambas señaladas con flechas).


La actividad de la casa no tardó en ampliarse a través  del desarrollo de nuevas marcas y productos en el campo de los cigarrillos finos, los cigarros tipo habano y los toscanos. No faltaba espacio para tales labores, ya que la edificación contaba con oficinas, depósitos, galpones para secado (tal vez existiera una estufa para secar los toscanos a fuego de leña), secciones de manufactura y salón de ventas, todo ello rodeando un gran patio central. Tampoco abandonó Torrieri su antigua actividad de imprentero: años después sumó al establecimiento una sección  donde no sólo se hacían trabajos del ramo “para afuera” sino también  paquetes, cajas de cartón y todos los impresos necesarios para vestir sus propios envases antes de salir a la venta. Algunos vestigios gráficos aún son factibles de ser ubicados, como un rótulo con la leyenda Bocaditos de La Honradez (cigarros) y la solicitud para registrar la marca O Finchado plasmada en el Boletín Oficial del 11 de junio de 1912 (2)


Pero no fue sólo su actividad  industrial lo que hizo de Eduardo Torrieri un vecino célebre de la ciudad de Colón, sino la estrecha amistad y el trabajo público común que llevó a cabo con el abogado colonense Herminio Quirós, diputado nacional desde 1920 y gobernador de Entre Ríos en 1930. Quizás pocos políticos argentinos hayan logrado alcanzar tan buena reputación por honestidad, trayectoria y capacidad de acción. Además de su destacado trabajo en el campo de la jurisprudencia, Quirós tradujo en hechos concretos su gestión con obras tales como el emplazamiento de escuelas, hospitales, muelles, caminos y parques, entre muchas realizaciones llevadas a cabo en diferentes terruños de su provincia natal. Actualmente, el Parque Quirós de Colón recuerda esa labor fecunda, típica de un hombre íntegro en la vida personal y en la vida cívica. Una anécdota marca bien la relación entre Quirós y Torrieri: cierta vez, siendo diputado, Quirós le encargó a su amigo que buscara, comprara y enviara a su estudio porteño de la Avenida de Mayo 1190 una selección de quesos, dulces, miel y licores elaborados en la Colonia San José para el deleite de un paladar encumbrado: nada menos que el entonces presidente de la república Marcelo Torcuato de Alvear (3).


Con el tiempo, distintas actividades hicieron que Eduardo Torrieri vendiera su parte de la sociedad a Carlos Galina, que quedó como único propietario de la fábrica. Los registros indican que la factoría se mantuvo en funcionamiento hasta 1945, si bien no hay precisiones sobre cuántos años perduró como manufactura de tabacos. De todos modos, lo importante aquí es rescatar las figuras de aquellos hombres que dedicaron parte de sus vidas a la elaboración del puro que nos convoca, mientras se sucedían los aconteceres de mayor importancia en la historia patria.

Notas:

(1) El Censo Nacional de 1895 lo encontró ubicado todavía en Capital Federal, según los datos que se pueden apreciar a continuación en la imagen del formulario manuscrito original, de izquierda a derecha: Eduardo Torrieri, varón, 17 años, soltero, italiano, residente en Buenos Aires (con comillas del renglón anterior), religión católica, ocupación dependiente, lee y escribe (dispuesto como "si" a la pregunta del caso). No dudamos que se trata del mismo personaje, especialmente por la nacionalidad y el año de nacimiento (1878).


(2) También existen testimonios sobre las marcas Guerrillero y Mío y Suyo.
(3) Fuente: Quirós, el hombre que enseñó a los colonenses a valorar el pedazo de tierra que les habían asignado Urquiza, Sourigues, Elías y Peyret. Nota de Alberto Pierotti para El Entre Ríos