jueves, 17 de septiembre de 2015

Cigarreros italianos en 1895 III

El personal ocupado en cada establecimiento es quizás el más significativo de los datos apuntados en la lista de cigarreros italianos  que venimos analizando desde las últimas dos entradas,  ya que nos permite vislumbrar el grado más o menos modesto,  artesanal y familiar de cada establecimiento.  De todos modos,  no tenemos dudas sobre el común denominador de “micro-empresa” que envuelve a la inmensa mayoría.  En el repertorio de 41 talleres notamos que 20  declaran tener 1 o 2 empleados, mientras  que  otros  17 cuentan con 3, 4 o 5 personas ocupadas. Dos de los cuatro restantes apenas superan la media decena, con 6 y 7 empleados, y finalmente nos queda la única dupla de firmas con un plantel de cierta consideración: Cayetano Sturla (11) y Caligaris y Terzano (25). Este último número sobresale del resto y nos dio la excusa para investigarlo de manera particularmente puntillosa, cosa que hicimos con los resultados que siguen.


Como dijimos en la entrada anterior, la segunda fuente de información  para verificar datos es la parte poblacional  del  mismo  censo  1895,  felizmente digitalizada  en  internet.  En  el  caso  Caligaris  y Terzano, la ficha del Boletín Industrial  indicaba la sección 7ª, y allí nos adentramos con mucha suerte, al punto de hallarlos  habitando en el mismo domicilio y descubrir que eran parientes.  Eso nos permitió además sumar  un  indicio  geográfico  de  cierta especificidad: la calle Corrientes. Por desgracia no se llega a leer el número,  pero tratándose de la mencionada sección 7ª tiene que ser algún punto entre las actuales José Evaristo Uriburu y Rodríguez Peña.  Yendo a la información concreta,  el primer apuntado es Giuseppe Caligaris,  italiano de 36 años y profesión comerciante, junto a su esposa Teresa Terzano, de 31 años e igual nacionalidad, y sus hijos Aída, Carmen, Alfonso y Adolfo, todos nacidos en Argentina.  Luego sigue el otro grupo familiar encabezado por Carlo Terzano, también italiano y comerciante,  de 32 años, unido en matrimonio con Giovanna Bianco, italiana de 26,  y su descendencia argentina encarnada por los pequeños Josefa,  Giovanna y Federico.  Seguidamente aparecen Juan Marelleno, cigarrero español (22), Francesco Amerio, carpintero italiano viudo (55),  y las que parecen ser hijas de este último:  Emma (26) y Giuseppina (20), ambas cigarreras de oficio. No hay después de esto otras referencias de nuestro interés.


No caben dudas de que los Caligaris y Terzano registrados en el Boletín Industrial son los mismos que hallamos luego en el censo de población. Tenemos, en el primero, a dos socios que declaran ser italianos y conjugan sus nombres a modo de razón social,  y luego, en el segundo,  a  dos individuos con idénticos apellidos y nacionalidades, domiciliados en la misma sección, que viven juntos, que parecen ser cuñados y que se definen como comerciantes, o sea que sobre ese punto no hay dudas. Ahora bien, ¿por qué comerciantes y no cigarreros? En realidad, los dos rótulos son correctos si una persona elabora cigarros y también los vende, ya que es indistintamente una cosa o la otra y puede elegir la que guste al manifestar su profesión. Un panadero de oficio con  local propio de venta al público bien puede indicar que es panadero, pero también puede decir que es comerciante, sin mentir en ninguno de los dos casos.  De  todas maneras, la presencia de otros cigarreros en el lugar confirma nuestra hipótesis, aunque genera una nueva pregunta relativa a notorias diferencias numéricas: si en la compulsa de población fueron censados nada más que tres cigarreros y un carpintero, ¿dónde están los otros 21 empleados? Si bien no tenemos la certeza de que fábrica y casa sean  exactamente lo mismo -espacialmente hablando- sabemos que por aquel tiempo la gente buscaba tener su domicilio aledaño al trabajo e incluso,  si  era  posible,  en el mismo inmueble,  en piezas situadas al fondo,  arriba  o  al  costado,   pero casi siempre en la inmediata cercanía.  Quizás la cigarrería estaba muy cerca  y  sólo fueron censados los cigarreros que vivían allí mismo, mientras que otros se domiciliaban algo más alejados. Esa es una de varias posibles explicaciones (1), pero lo que nos interesa aquí es que hasta ahora todo huele a tabaco, por decirlo de alguna manera, y si hilamos un poco más fino huele a cigarro puro (2).


La vez pasada destacamos el ingrediente septentrional de los apellidos comparecientes en nuestra lista, de neta mayoría piamontesa, ligur, lombarda y véneta, es decir, donde existía la mayor tradición itálica de cigarros puros. Y en este caso es aplastante: una búsqueda muy minuciosa en sitios especializados nos indicó que de los 339 Caligaris existentes hoy en la península,  309 (90%) corresponden al Piamonte,  la Liguria y la Lombardía. En el mismo sentido, los Terzano son 174 en total, de los cuales 122 (70%) pertenecen a las susodichas regiones del norte. También revisamos el apellido Amerio de las dos jóvenes cigarreras presentes en el lugar. La distribución gráfica de esa gracia en el territorio italiano, que podemos ver a continuación, habla por sí sola.


Hemos verificado así, a modo de muestra representativa, uno de los establecimientos en tiempo, forma  y  lugar,  conocido a sus titulares,  sus familias  y  a algunos de sus empleados, todo reforzado por indicios que apuntan a la producción de cigarros puros italianos sin descartar al resto de los artículos tabacaleros. Es casi seguro que en las cigarrerías de nuestra lista se confeccionaban,  además del Cavour,  el Brissago y el toscano, otro tipo de cigarros de hoja e incluso, quizás, cigarrillos. No obstante parecería que nada indica de manera inequívoca una cosa o la otra con excepción de algunas conjeturas, ciertas suposiciones y determinados  hechos circunstanciales ocurridos hace 120 años.  Pero, ¿qué pasa si unimos todas  las pistas obtenidas  hasta ahora con otras reflexiones sobre la industria toscanera de la época, muchas de las cuales vimos hace tiempo en este blog, y las confrontamos conjuntamente? Eso mismo vamos a hacer, a  modo de epílogo, en la próxima entrada de la serie.

                                                            CONTINUARÁ…

Notas:

(1) Tal vez el censo se hizo un domingo (que en ese entonces se trabajaba medio día) y solamente estaban presentes algunos de los operarios. También es posible que la cifra de 25 empleados incluyera a personas que elaboraban cigarros en sus propias casas y luego los llevaban a la fábrica, donde se efectuaba un control y se  pagaba por cantidad y calidad entregada. Esa práctica era muy común dentro de la industria tabacalera.
(2) La presencia de carpinteros,  como el apuntado Francesco Amerio,  resultaba imprescindible en las manufacturas de cigarros puros, ya que éstos solían ser envasados en cajas de madera conteniendo 20,  25  o  50 unidades,  según el modelo. Las reseñas de establecimientos célebres como La Argentina  o  La Virginia,  que hemos repasado oportunamente, hablan de sectores propios y específicos de carpintería destinados a dicha labor.


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