lunes, 17 de agosto de 2015

Tres reliquias del pasado y una reflexión sobre la artesanía perdida

La Accademia del fumo lento es un activo foro italiano de internet especializado en el buen fumar (1).  Todo lo que allí se comparte  y  debate tiene relación los cigarros puros y  las pipas, por lo que no resulta extraña la presencia del toscano entre sus posteos regulares. Generalmente se trata de experiencias de cata  y  noticias sobre el producto tabacalero emblemático de la península, aunque no faltan, de vez en cuando, los apuntes históricos que son de interés  para este blog. Hace poco, uno de los foristas escribió unas breves líneas junto a la extraordinaria foto que reproducimos, cuya traducción al español es  la  siguiente: “el abuelo de mi esposa ha conservado,  en un elegante portacigarros, tres toscanos pertenecientes a su padre y sus tíos: uno de 1900, uno de 1910 y uno de 1929, que fueron de Carlo, Luciano y Giuseppe. Mi suegro me los ha encomendado a mí, confiando en que los guarde para transmitirlos a las futuras generaciones”.    Luego agrega: il profumo è ottimo! (¡El perfume es genial!)


Entre muchas cosas que nos vienen a la mente, lo primero que podemos aseverar sobre estos prototipos admirablemente antiguos es que al menos dos de ellos pertenecen al período de esplendor de la industria toscanera italiana,  y que son idénticos a  los que importaba nuestro país  y  consumían miles de sus habitantes. Para los tiempos del centenario el fenómeno era apabullante, dado que las importaciones rondaron los noventa millones de unidades en 1910 (2). En ese entonces la producción nacional se ubicaba casi a la par, al menos hasta 1915, que es cuando los toscanos argentinos superaron numéricamente a los italianos, tal cual comprobamos en la entrada anterior subida hace un par de semanas. Por lo tanto, si durante dicho lustro existió un cierto equilibrio entre ambos, la siguiente conclusión se desprende  por  sí  misma:  sólo hace falta sumar un par de cifras de tal magnitud   (90 millones importados de Italia + 90 millones de manufactura nacional) para darse una idea de lo  que  hablamos.  Considerando  finalmente  que  también  se  comercializaban numerosas marcas de otros orígenes europeos (especialmente suizas),  podríamos quedarnos cortos al decir que en la Argentina de la  época se fumaban anualmente unos doscientos millones de cigarros toscanos.


Pero quiero utilizar la imagen de los venerables especímenes para reflexionar acerca de un tema menos áspero  que  las  estadísticas  o  las investigaciones sesudas (3). Resulta llamativo a simple vista el calibre reducido y el engrosamiento central   más   bien   escueto   de   los   cigarros fotografiados, bien diferente a la “panza” intermedia de  los  toscanos  actuales. Muchas  fotos  antiguas  y  nuestras  propias experiencias  de  cata  con ejemplares añejos confirman ese mismo punto, el de la delgadez,  que se vuelve aún más marcado en los extremos.  ¿Por qué razón tenían esta particularidad que ya no existe? El motivo es sencillo y se hace extensivo a todos los puros de los tiempos en que fumar cigarros no era una cuestión ocasional sino cotidiana. Tal vez por este último motivo, la confección a mano tenía mucho cuidado en darle forma a una especie de “boquilla” en el extremo de cada cigarro, que por supuesto era doble en el caso de los puros abiertos por ambos lados, como el toscano.  No  fue  cuestión  de modas, ni de tendencias, ni nada por el estilo; era un tipo de armado que denotaba la gran consideración de los fabricantes hacia los fumadores,  quienes no  se  veían  así obligados a realizar malabares musculares con su boca para dominar cigarros demasiado gruesos, como ocurre ahora. De hecho, el formato más común hacia el 1900 para todos los puros convencionales era el llamado “perfecto”, que recuerda a una especie de pelota de rugby alargada. Por más ancho que fuera el modelo, siempre se angostaba hacia las puntas, especialmente en la que estaba orientada a la cara del consumidor.


En el caso que nos interesa, lo dicho puede ser comprobado mediante la simple comparación de prototipos elaborados en diferentes períodos. Para ello fotografié cuatro toscanos, dos enteros y dos amezzati.  El  dueto  moderno,  que puede observarse a la izquierda en la foto anterior, está compuesto por un toscano italiano genuino (maquinado) y un medio toscano de manufactura nacional (manual).  A  la  derecha  se  ubican  dos especímenes añejos iguales a los que fumamos y analizamos hace tiempo en Consumos del Ayer: un Avanti entero de los años cincuenta y un medio toscano Regia Italiana de la década del cuarenta, obviamente hechos a mano. Para mejorar la confrontación visual marqué los respectivos diámetros con  líneas. Por el lado de los más antiguos, resta decir que ni siquiera me ocupé de buscar algunos todavía más angostos, que los había.



















Desde luego, armar un puro con ese “afinamiento” paulatino no es para cualquier operario del ramo. Heraldo Zenobi, de la fábrica Luchador, me explicó cierta vez lo difícil que resulta hoy conseguir mano de obra para armar cigarros manualmente, dado que prácticamente no quedan personas con  experiencia  y  conocimiento del oficio.     Me imagino lo fácil que sería eso mismo hace cincuenta, sesenta o cien años, cuando miles de trabajadoras y trabajadores se dedicaban a ello. Eso explica aquellas puntas finitas que sólo se podían lograr mediante las sabias  labores cigarreras de antaño y que hacían tan gratificante el acto de fumar un buen puro.


Notas:

(1) El enlace es el siguiente: http://accademiafumolento.forumfree.it/
(2) Para revisar las importaciones entre 1888 y 1910, ver esta entrada: http://traslashuellasdeltoscano.blogspot.com.ar/2013/07/importacion-de-toscanos-italianos-entre.html
(3) El mes próximo va a presentar una inusitada “dureza” en ese sentido, ya que contrariando sus propias afirmaciones recientes, quien suscribe no pudo dominar el espíritu ratonero de biblioteca y está completando el listado de cigarreros italianos censados en 1895 en Capital Federal y provincia de Santa Fe, según documentos disponibles en el Archivo General de la Nación. Los resultados son tremendamente interesantes y dan lugar a un sinfín de hipótesis y conjeturas, muchas de las cuales se resuelven (o casi) a través de investigaciones yuxtapuestas basadas en otras fuentes. La cuestión es larga, así que en setiembre subiremos, por primera vez en este espacio, tres o cuatro entradas consecutivas enfocadas en el mismo tema.

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