A pesar de haber sido la cuna del imperio más poderoso en el
pasado de Occidente, Italia no logró constituirse formalmente como país
hasta la segunda mitad del siglo XIX. Sólo a partir
de 1861, con la unión efectiva de los antiguos reinos y ducados que componían
su territorio, la patria peninsular pudo iniciar el largo y tortuoso
proceso tendiente a forjar una identidad nacional, además de pasar por todas las
dificultades de orden administrativo y económico que supone la organización de
un poder centralizado. En forma casi inmediata a la proclamación de Vittorio Emanuele II como Rey de Italia
(18/2/1861), la nueva monarquía constitucional asumió el manejo directo de
algunas industrias fundamentales, como era entonces la del tabaco. Poco tiempo
después, bajo el sistema del estanco, las catorce manufacturas dispersas por toda la península (1) pasaron a formar
parte de una repartición pública controlada por la Direzione Generale delle Gabelle. Las actas correspondientes a las sesiones legislativas de aquellos años (mayormente accesibles en internet)
permiten observar la importancia que tenía esa actividad como sostén de la
economía, ya que las políticas del sector eran objeto de arduos debates entre
las diferentes fuerzas políticas.
El interés público sobre la industria tabacalera alcanzó
también el ámbito académico, siendo varios los especialistas abocados a
escribir monografías y tratados sobre el
cultivo del tabaco y su posterior transformación en rapés, picaduras y
cigarros. Entre ellos, existen dos particularmente amplios y minuciosos que
hemos mencionado ocasionalmente en este blog: Cenni sul tobacco e dei modi dia sua maniffatura nella reale azienda di
Lucca (1862) y Monografía del tabacco,
de Giuseppe Mauro (1866). Desde luego que en ellos no están ausentes los tres
cigarros de mayor éxito durante aquel período, es decir, el toscano, el Cavour
y el Brissago. A los tres se les dedican sus correspondientes espacios, pero
los complejos procesos para la elaboración de los dos últimos difieren
notablemente de la simpleza visible en las referencias sobre el primero. De
hecho, el toscano apenas es mencionado en ambos trabajos, ya que simplemente se
lo incluye dentro del sencillo método para hacer cualquiera de los sigari fermentati (2). Pero el Cavour y
el Brissago (llamado también Virginia) eran objeto de curiosas manipulaciones
y agregados químicos que perseguían la finalidad de incrementar el color de las
capas y añadir algunas características
aromáticas.
Hace tiempo, cuando subimos la primera de las dos entradas
sobre el cigarro Cavour, apuntamos que uno de sus rasgos visuales más
apreciados era la típica coloración exterior muy oscura, casi negra en algunos
casos. Los dos trabajos presentan sus respectivas “recetas” para hacer la tinta destinada a teñir las capas
externas del Cavour, y entre los productos necesarios se advierten sustancias colorantes de amplio uso en esa
época, hoy casi desaparecidas, como el Palo
de Campeche y la Agalla de Alepo
(3). Conviven con ellas algunas otras destinadas claramente a proporcionar
aroma, como el Anís Estrellado y el Jugo de Regaliz. Ciertos productos
parecen agregarse para proporcionar un poco de dulzor entre tantas sales, ácidos y taninos, como la Melaza, mientras que el resto son simplemente reactivos químicos que le dan equilibrio
a las fórmulas. Las recetas, aunque no iguales, son bastante parecidas en ambos
libros. Veamos lo que dice Cenni sul tobacco…,
de 1862, en este caso para “teñir” 250 kilogramos de tabaco.
Anís estrellado……….…….…………0,9 kg
Agalla…………………….……...….....0,6 kg
Jugo de regaliz………………….….…2,5 kg Amoníaco…………………...………...1,3 kg
Carbonato de hierro………………….0,5 kg
Melaza………………….……..…….....1,5 kg
La composición propuesta en Monografía del Tabacco, de 1866, sólo difiere de la anterior por
las proporciones, bastante inferiores en todos los productos, y por la presencia de algunos otros
estabilizantes químicos, como el ácido
clorhídrico (presentado con su forma antigua hidroclórico), amén de una sorpresiva inclusión del vinagre. En dos
cuadros separados aparecen las cantidades mínimas y máximas para 100 kilogramos de
tabaco. Elegimos el segundo, apreciable en la imagen que sigue, donde puede verse la fórmula completa con sus
contenidos mínimos.
Pero la sorpresa de esta última obra no está dada por las
antiguas fórmulas de “tinta de Cavour”, sino porque en la sección destinada al Virginia aparece una breve receta de
cuatro productos con los cuales se elaboraba cierta infusión para macerar el
tabaco. La nómina incorpora nada menos que el Spirito di Vino (grappa) en compañía de la rarísima planta Storace di cipro resinoso (Azúmbar resinoso de Chipre) y los
consabidos “jarabe de azúcar” (melaza) y el reactivo Nitro Raffinato. Posiblemente nada de eso se utiliza hoy en la
elaboración de los “cigarros de la paja” suizos y austríacos, aunque la
curiosidad de la receta amerita su mención.
Si bien, como hemos visto,
tales metodologías colorantes y aromatizantes no tocaban directamente al
toscano, afectaban notoriamente a sus dos principales hermanos y compatriotas,
junto a los cuales ingresó de manera pionera en nuestro país allá por 1861. ¿Cómo
serían esos viejos Cavour y Brissagos “tocados” por extractos vegetales,
jarabes y bebidas destiladas? No lo sabemos con certeza, pero tenemos una
noticia buena por partida doble: los actuales toscanos italianos aromatizados se consiguen hoy en la
Argentina, y con algunos de ellos realizaremos una degustación que volcaremos
muy pronto, en la próxima entrada. Quizás nos ayuden a develar la esencia de
aquellos humos ligeramente dulces, anisados y espirituosos…
Notas:
(1) Ya las hemos apuntado un par de veces, pero nunca está
de más recordar sus nombres alusivos a los lugares de emplazamiento: Torino, Sestri Ponente, Cagliari, Milano,
Firenze, Lucca, Massa, Parma, Modena, Bologna, Chiaravalle, Nápoli, Cava dei
Tirreni y Lecce.
(2) Todos los cigarros puros del mundo pasan por una primera
fermentación, que consiste en estacionar los fardos de tabaco con un cierto
grado de humedad durante varios días. En el proceso las hojas pierden parte de
sus resinas vegetales (incluidas la nicotina y el alquitrán) y adquieren una ligera coloración marrón,
además de incorporar nuevas franjas aromáticas y gustativas. Por lo tanto, la
referencia “fermentados” que siempre diferenció a los toscanos del resto de los
puros italianos no estriba en esa primera fase fermentativa (común a todos)
sino en una segunda fermentación, más larga y con los cigarros armados, donde
el tabaco adquiere sus características finales. Al parecer, dicho proceso no
tenía lugar en la elaboración de los Cavour ni de los Brissagos, tal vez debido
a las profundas modificaciones químicas sufridas por la materia prima según los
pasos descriptos en esta entrada.
(3) El Palo de
Campeche, también llamado Palo de
Tinte, es un árbol leguminoso nativo de México con el cual se fabrica
cierto extracto sólido parecido al aserrín, pero cargado de color y tanino. Su
empleo fue muy amplio hasta la primera mitad del siglo XX en todo tipo de
manufacturas textiles y farmacéuticas. Las agallas
vegetales son tumoraciones que presentan algunas plantas luego del ataque
de insectos u hongos. Desde tiempos muy antiguos se extraían estos cuerpos para
moler su contenido y elaborar tinturas. La Agalla
de Alepo es originaria de Siria y fue una de las favoritas en la antigüedad
para los usos mencionados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario