sábado, 23 de febrero de 2013

El toscano, un bálsamo para el inmigrante

Enrico Arlotta, ministro de finanzas del gabinete de Sidney Sonnino (titular del gobierno de Italia entre el 11/12/1909 y el 31/3/1910), pronunció una de las frases más logradas que se pueden encontrar acerca de la importancia del toscano en la vida de los ciudadanos italianos residentes en el exterior. Interpelado por el parlamento  sobre el contrato de importación de tabacos peninsulares en la Argentina con Roberto De Sanna (I), el funcionario pronunció una palabras que, sin dudas, habrán llenado de emoción a muchos de los allí presentes. Concretamente, dijo lo siguiente:

Il censimento ultimo, quello del 1901, segna per la sola Argentina ben 618.000 italiani cola residenti. (…) L´italiano in Argentina mostra una spiccata tendenza ad avvalersi del sigaro nazionale (II). Dopo il faticoso lavoro, perduto nelle sconfinate distese dell´interno, egli trova nelle nuvolette di fumo dell´amato toscano o del consueto napoletano come un efluvio, un aroma della patria lontana e pure cosi cara, che lo consola e dal duro lavoro e dal no meno duro esilio. (III)

El tema de la emigración masiva era entonces muy discutido entre los distintos actores de la sociedad itálica, como lo demuestra otra mención similar, volcada pocos años antes (1905) en un número de la revista Il Tabacco, a saber:

L´italiano che  e costretto ad abbandonare la patria, o che l´abbandona in cerca di fortuna, porta seco la sue care abitudini contratte dai primi anni della giovinezza (…) Fornirlo, anche al di la dei monti e dei mari, del suo caro Virginia o del suo inseparabile toscano, e fargli sentir meno acuto il dolore della lontananza, e portargli, colla nuvoletta azzurrogonola del sigaro italiano, come il saluto a la carezza della patria lontana. Non dite che questo e un sentimentalismo eccesivo e fuor di posto… Chi e costretto a vivere all´estero comprende la verita di quanto dicimo. (IV)


Las dos versiones, del mismo tenor, son extremadamente valiosas como testimonio  y llevan consigo la veracidad incontrovertible del fenómeno de los cigarros italianos en nuestro país. Un dato interesante, que reafirma por enésima vez lo que nunca nos cansamos de decir,  es que cada una de ellas cita otro ejemplar de los puros peninsulares (Napolitano en un caso y Virginia en otro), pero ambas coinciden en señalar al toscano como uno de los cigarros favoritos de Italia, sin dudas el de mayor fama en todo el mundo.


No son pocos los registros históricos argentinos que hacen referencia a esa relación estrecha entre el toscano y los inmigrantes, contando fotos, documentos, menciones en la literatura o en la música  y escenas de viejas películas del cine nacional. Este último rubro del arte vernáculo cuenta con una infinidad de secuencias al respecto en muchos filmes de su época de oro, entre los que podemos citar, a modo de ejemplo, El Viejo Hucha (1942), El infortunado Fortunato (1952), Mercado de Abasto (1955) o Cinco gallinas y el cielo (1957). Pero seguramente ninguna abunda tanto en la cuestión  como Mateo (1937), cuyas escenas iniciales nos muestran un típico bar porteño de fines de la década de 1910. En una mesa, cierto grupo de italianos se encuentra conversando mientras disfruta de distintas bebidas y se deleita con sus cigarros patrios, tal cual se observa en al menos tres de los parroquianos. Una escena inmediatamente posterior expone, incluso, al dueño del bar fumando también su toscano detrás del mostrador, todo ello en medio de la actuación de dos grandes figuras: Luis Arata y Enrique Santos Discepolo.


De todos modos, hay que saber diferenciar las distintas etapas en la cronología toscanera local. Muy pronto vamos a analizar esos cambios producidos a lo largo de un siglo, que van desde el producto exótico fumado en los ghettos italianos urbanos de 1870 o 1880 hasta el cigarro fabricado y consumido masivamente por argentinos y extranjeros a mediados del siglo XX. ¿Por qué lo haremos? Porque se trata, en definitiva, de la historia de un gran éxito.

Notas:

(I) Roberto de Sanna recibió la concesión para importar los tabacos del monopolio en Paragauy, Uruguay y la Argentina durante dos períodos contractuales de cinco años cada uno, que se extendieron entre 1904-1909 y 1910-1915. Antes de él, esa exclusividad  la tuvo W Paats, Roche y Cía (1898-1903) y luego la firma liderada por Ernesto A Bunge y J Born, que se hizo cargo el 17 de Julio de 1915. A partir de 1928, el propio gobierno italiano fue el encargado de ello en forma directa mediante una empresa satélite de la Regia Italiana, como hemos visto en las entradas correspondientes a esa legendaria marca de toscanos subidas en Consumos del Ayer. Es un objetivo de este blog ubicar a todos los introductores del producto desde los comienzos de la importación toscanera (que creemos fue iniciada en la segunda mitad de la década de 1860) hasta la radicación de la Regia en nuestro país. En eso estoy trabajando.


(II) Obviamente, se refiere de manera genérica al cigarro italiano.
(III) “El último censo, el de 1901, marcó sólo para Argentina 618.000 residentes italianos. (...) Los italianos en la Argentina muestran una tendencia fuerte a confiar en el cigarro nacional. Después del trabajo duro, perdidos en la infinidad del interior, encuentran que están en las nubes de humo del amado toscano o el conocido napolitano, como un efluvio, un sabor del país lejano y tan querido, que los consuela del duro trabajo y del no menos duro exilio”
(IV) “Los italianos que se ven forzados a abandonar su tierra, o los que la abandonan en busca de fortuna, traen consigo los hábitos adquiridos en los primeros años de su juventud (...) Tienen a mano, incluso en las montañas y los mares, su querido Virginia o su inseparable toscano, que  hacen sentir menos agudo el dolor de la distancia, y tenerlos, con la nube azulada del cigarro italiano, es como el saludo o la caricia de la patria lejana. No digan que esto es un sentimentalismo excesivo y fuera de lugar... Quien se vio obligado a vivir en el extranjero comprende la verdad de lo que decimos”

martes, 5 de febrero de 2013

Avanti en Caras y Caretas I

En el origen de su exitosa vida de setenta años, la antigua empresa Avanti de la CIBA pasó  por una lógica etapa de  iniciación en el mercado nacional, seguida luego por las fases de la consolidación, el apogeo, la decadencia y el final. Si tuviéramos que adjudicarle un período de tiempo aproximado a cada uno de esos ciclos, basándonos en los vestigios históricos existentes, podríamos hacerlo de la siguiente manera:

- Los inicios (1902-1915): lanzamiento al mercado argentino en el contexto de una industria tabacalera aún atomizada, pero en la que ya se vislumbra un lento proceso de concentración. La inmensa masa de fumadores de puros “tipo italiano” establecida  en el país  le augura un futuro promisorio a la nueva empresa, que va creciendo de modo seguro y sostenido.
- La consolidación (1915-1930): los toscanos Avanti se consagran como favoritos del público argentino. Influyen en ello muchos factores, como la paulatina  desaparición de las antiguas fábricas competidoras, la excelente distribución del producto en todo el país y la agresiva política de promoción encarada por la CIBA.
- El apogeo (1930-1945): la marca es  número uno del mercado nacional. La palabra Avanti se convierte en sinónimo de toscano, al punto de que mucha gente alude a “fumar Avanti” como sinónimo de “fumar toscanos”.
- La decadencia (1945-1960): la posguerra de 1945 impone un cambio en los hábitos de vida de la población. Se fuman más cigarrillos y menos puros. Los toscanos comienzan a ser vistos como parte de un consumo anacrónico, propio de gente mayor. En 1958 la CIBA cierra la antigua y enorme fábrica del barrio porteño de Villa Urquiza y traslada su manufactura a Posadas, Misiones.
- El final (1960-1970): como una sombra de lo que fueron alguna vez, los Avanti sobreviven entre un público de más de sesenta años de edad. En 1971 la CIBA abandona el negocio del tabaco y la marca pasa a manos de otra empresa.


Coincidiendo con los años finales de la etapa de consolidación, entre 1927 y 1928, la Compañía Introductora de Buenos Aires se embarcó en una fuerte campaña publicitaria en medios gráficos y vía pública. Un buen ejemplo de ello son los avisos publicados en la célebre Caras y Caretas a lo largo de ese bienio, que tienen el interés especial de presentar algunos mensajes que vamos a compartir a lo largo de dos entradas, comenzando por los siguientes:


Después de una buena comida se impone un AVANTI, que contribuirá poderosamente a favorecer su proceso digestivo y dejará en Ud. satisfecho ampliamente ese deseo vehemente de fumar que se siente después de una buena comida. Compre uno, donde y cuando desee, y tendrá la seguridad de que fuma lo mejor en su clase.


Pida una opinión a quien los fuma y el fumador de “Avanti” le dirá que no cambiaría ese cigarro por ningún otro. Sabe que fuma verdadero tabaco y de la mejor calidad. Por eso no admite otro tipo ni otra marca. Compre uno, donde y cuando desee, y tendrá la seguridad de que fuma lo mejor en  su clase.


No le dé vueltas: es el Avanti. Si desea Ud. fumar de verdad, y fumar, además, un cigarro sano, hecho con tabaco noble, el que en definitiva tendrá su preferencia es el AVANTI. Millones de personas han hecho una experiencia que usted puede y debe aprovechar en su propio beneficio. Compre uno, donde y cuando desee, y tendrá la seguridad de que fuma lo mejor de su clase.

                                                          CONTINUARÁ…